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La abolición de la esclavitud y del comercio de esclavos

Actualizado: 20 jun 2020


Durante el siglo XVIII los crecientes ideales de libertad coincidieron con la creencia religiosa de que la esclavitud era una abominación y debía ser eliminada. Esta forma de pensar fue ganando muchos adeptos con el paso del tiempo, pero enfrentó una seria resistencia por parte de los comerciantes y los propietarios de plantaciones, quienes se negaban a liberar a sus esclavos. Después de varias luchas parlamentarias, en 1807 se aprobó la Ley de Prohibición de Importación de Esclavos en Estados Unidos y la Ley de Abolición del Comercio de Esclavos en Gran Bretaña.



Se trató un cambio abrupto, ya que a finales del siglo XVIII la esclavitud era una actividad comercial usual y muchas naciones como Estados Unidos y las colonias americanas, en especial Brasil, dependían de la mano de obra esclava para la producción de sus industrias. La posición de Gran Bretaña en el asunto era particular, ya que a pesar de que la esclavitud nunca fue legal allí, eran los líderes del comercio de esclavos. Además, la esclavitud fue legal en los otros territorios del Imperio Británico, y durante muchos años se valieron de esta actividad para generar cuantiosas ganancias y posicionarse como una potencia mundial.


El movimiento antiesclavista tomó fuerza alrededor del mundo, y con el tiempo se prohibieron tanto la esclavitud como el comercio de esclavos. Destacan las prohibiciones de la Convención Nacional Francesa en 1794; los Estados independientes surgidos en Latinoamérica a partir de 1818; y la abolición definitiva en el Imperio Británico en 1833. Brasil no abolió la esclavitud sino hasta 1888, y Estados Unidos se vio envuelto en una guerra civil de 4 años, entre los estados industrializados del norte y los agrícolas sureños, para solventar de manera definitiva esta situación. A pesar de esto, este movimiento dejó en evidencia muchas de las contradicciones del pensamiento revolucionario occidental que explotó durante el siglo XVIII, como sucedió en el caso de Haití.


Haití fue una colonia francesa del Caribe llamada Saint Domingue, y su subsistencia dependía de la explotación de esclavos. En 1791 comenzó una revuelta liderada por un esclavo liberto llamado Toussaint Louverture, quien se inspiró en los ideales de libertad promovidos por la independencia norteamericana y la revolución francesa. Sin embargo, los revolucionarios haitianos no contaron con el apoyo de las naciones que promovían este discurso.



A los Estados Unidos les preocupaba que apoyarlos inspirase revueltas en sus estados esclavistas, y Francia temía por el daño que esto pudiera causar a sus actividades comerciales. De igual forma, tanto España como Gran Bretaña se opusieron a la rebelión, temiendo que se extendiera a sus colonias. Tampoco contaron con el apoyo de las colonias sudamericanas que buscaban la independencia, cuyos líderes no veían con buenos una rebelión por parte de su población esclava. A pesar de lo anterior la revuelta dio sus frutos, y fue el único movimiento promovido por esclavos que culminó con la creación de un Estado independiente.

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