Desde 1192 los emperadores japoneses delegaban el poder en los shogunes, militares de alto rango que gobernaban de forma absolutista, quienes además eran los encargados de resolver las disputas entre los daimios o señores feudales, cuyo poder crecÃa progresivamente. En este contexto de disputas entre señores feudales, el 21 de octubre de 1600, el daimio Tokugawa Ieyasu obtuvo una victoria crucial en la batalla de Sekigahara y el emperador japonés lo nombró shogún. Ieyasu trasladó la capital a Edo, actual Tokio, y dio inicio a un perÃodo de 250 años de estabilidad en Japón.
Los Tokugawa establecieron un gobierno de corte militar y mantuvieron el feudalismo. El shogún ostentaba el poder basoluto y lo ejercÃa mediante los daimios y sus grupos de samuráis. Ieyasu obligó a los daimios a pasar perÃodos alternos en Edo para evitar que concentraran poder y crearan bases militares en sus territorios. También eliminó decididamente a sus rivales. Los Tokugawa impulsaron una ética de la lealtad, mejoraron las redes de vÃas, impulsaron la educación y estandarizaron la moneda.
Además, intentaron reducir la influencia extranjera, expulsando a los extranjeros y limitando el contacto con el exterior. También se prohibió a los japoneses viajar y construir barcos que navegaran en mar abierto. Aunque el comercio estuvo estrictamente controlado, se hicieron excepciones con los chinos y los holandeses, desconfiando del resto de Europa bajo la creencia de que querÃan convertir a Japón al cristianismo.
En al ámbito cultural, Edo se convirtió en el epicentro de una próspera y creciente cultura urbana. En este perÃodo florecieron varias manifestaciones artÃsticas como el haiku, un poema breve de 3 lÃneas y 17 sÃlabas, y las artes teatrales del kabuki, que combina la danza con la dramaturgia, y el bunraku, o teatro de marionetas. También hubo avances en la pintura paisajÃstica y la xilografÃa. Las élites de Edo se volvieron hedonistas y su estilo de vida fue descrito como ukiyo o "mundo flotante", reflejando el aspecto alegre y de búsqueda de placeres de este perÃodo.
La Restauración Meiji (1868)
El shogunado Tokugawa gobernó Japón hasta 1868, cuando fue derrocado por el movimiento de la Restauración Meiji, liderada por los daimios de las provincias de Choshu y Satsuma. Los revolucionarios fueron conocidos como los imperialistas, y creÃan que el destino de Japón sólo se cumplirÃa con reformas basadas en los sistemas occidentales, junto con un proceso de industrialización y apertura comercial. De esta forma se generó un proceso de cambio acelerado, bajo la figura de un joven y maleable emperador Meiji, el cual tenÃa apenas 14 años cuando inició este perÃodo.
La transformación de Japón fue algo nunca visto hasta la fecha y que no se ha vuelto a repetir. Fue un huracán de cambios que integró a todos los aspectos de la sociedad nipona. En 30 años Japón pasó de ser un paÃs feudal a una potencia industrial y militar, la más importante del sudeste asiático. Entre 1872 y 1877 se construyeron los primeros ferrocarriles (en 15 años habÃa se habÃan construido 1.600 km de vÃas férreas), se estableció el Yen como moneda y se reformó el sistema educativo, fundando su primera universidad en Tokio. Para 1882 se creó un nuevo código legal, y en 1889 se estableció una Constitución. Además, el crecimiento demográfico fue brutal y la población pasó de 39,5 millones en ese año a 55 millones en 1918.
Los Meiji querÃan evitar que Japón se convirtiera en un peón de los intereses coloniales occidentales, como sucedió con China. El paÃs del sol naciente también se consolidó como una potencia imperialista, tomando posesión de Taiwan y derechos sobre Manchuria. En 1905 la flota japonesa derrotó a los rusos en la batalla de Tsushima, primera vez en la historia que una potencia europea caÃa ante una asiática.