El 29 de mayo de 1453 el sultán otomano Mehmet II tomó Constantinopla, último reducto del debilitado Imperio Bizantino. Esto supuso un gran golpe para la fe cristiana, que vio caer a los herederos de Roma casi 1000 años después del Imperio de Occidente. La caÃda de Constantinopla causó un gran revuelo en occidente y muchos vieron el acontecimiento como el principio del fin del cristianismo, pensando incluso en iniciar una nueva cruzada. Al tomar la ciudad el sultán convirtió a Santa SofÃa en una mezquita y estableció allà la capital de su imperio, dándole el nombre de Estambul. El dominio musulmán en el Bósforo llevarÃa a los europeos a buscar rutas comerciales alternativas hacia oriente, expediciones que fueron encabezadas por portugueses y castellanos, y que terminarÃan con la llegada de los europeos a América.
Para 1453 el Imperio Bizantino estaba en fase terminal. La victoria selyúcida en Manzikert (1071) habrÃa propiciado un declive que crecerÃa como una bola de nieve y el dominio de los bizantinos se redujo tanto que sólo les quedaban la capital y el sur de Grecia. Aunado a ello los problemas internos como las disputas por la corona, problemáticas por impuestos, pérdida de ingresos comerciales y un liderazgo militar débil contribuyeron a la contracción del imperio. A eso se suma el ataque a Constantinopla por los cruzados en 1204, cuando asesinaron a miles de civiles, saquearon los monasterios y destruyeron obras artÃsticas de gran valor. En resumen, los cruzados devastaron la ciudad y debilitaron en gran medida a la capital imperial.
El asedio propiamente dicho empezarÃa en abril de 1453, cuando la artillerÃa otomana entró en acción. Los bizantinos pidieron ayuda al Vaticano y a los reinos europeos, pero los refuerzos se retiraron después de lograr una ventaja marÃtima momentánea, confiados de que las murallas de la ciudad no caerÃan. El 22 de abril el sultán asestó un golpe estratégico al evitar una cadena que cerraba el Cuerno de Oro y que impedÃa el cruce de su armada. Esta gesta se logró al transportar los navÃos por tierra y empujarlos al mar del otro lado de la cadena, lo cual acabó por perjudicar a una defensa bizantina que se quedaba sin recursos para reparar las murallas.
Aunado a lo anterior, la superstición y los malos presagios mermaron la moral bizantina. El 24 de mayo ocurrió un eclipse lunar que recordó una profecÃa según la cual la ciudad resistirÃa mientras la luna brillase en el cielo, lo cual aterrorizó a los defensores. Al dÃa siguiente cayó al suelo un Ãcono de la Virgen MarÃa durante una procesión, a lo que siguió una gran tempestad. Para empeorar el escenario, los refuerzos europeos no llegaban y la resistencia estaba al lÃmite. Era cuestión de dÃas para que se produjera el desastre.
Los turcos también afrontaban sus problemas: escaseaban los recursos para mantener al ejército y los oficiales cuestionaban las estrategias del sultán. Fue entonces cuando Mehmet lanzó un ultimátum a los bizantinos y ofreció perdonar sus vidas si se rendÃan. Constantino XI rechazó la propuesta y el sultán lanzó su último ataque. Los astrólogos del sultán profetizaron que el 29 de mayo serÃa un mal dÃa para los infieles, por lo que el dirigente ordenó a sus tropas que descansaran 28, buscando que se preparar y estuviesen en condiciones óptimas para retomar el asedio el dÃa siguiente.
La madrugada del 29 de mayo el ejército turco atacó incansablemente las murallas bizantinas, pero ni la artillerÃa fue suficiente para destruirlas. Asà estuvieron durante toda la mañana, en un constante vaivén de ataques turcos y defensa bizantina. ParecÃa que la ciudad resistirÃa, pero los bizantinos cometieron un grave error: dejar una puerta semi abierta. Al detectar esta oportunidad un contingente de jenÃzaros inició la entrada a la ciudad, pero muchos murieron al caer a los distintos fozos y trampas plantadas por los defensores. Al final, un grupo de estos soldados logró entrar con éxito a la ciudad y lo que siguió es conocido por todos.
Quizá una de las anécdotas más llamativas del asedio de Constantinopla fue la muerte del emperador Constantino XI en plena lucha por defender su ciudad, algo que le habÃa prometido a Mehmet II y que al final fue admirado por el sultán. Sabiéndose ganador, el lÃder otomano entró a la urbe la tarde del 29 de mayo de 1453 junto a sus generales, y como ya contamos ordenó que Santa SofÃa fuese convertida en mezquita. Constantinopla cambió de nombre y se convirtió en la capital de este imperio musulmán. A los bizantinos se les permitió residir en la ciudad, pero el sultán se tomó la atirbución de nombrar a los nuevos patriarcas ortodoxos residentes allÃ.